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Capítulo 03.

3:1-6 La carta a la iglesia en Sardis

Sardis era una ciudad con un pasado ilustre del cual estaba orgullosa, pero en los tiempos de Juan tenía menos motivos para vanagloriarse. Como capital del antiguo reino de Lidia, alcanzó el clímax de su riqueza alrededor de 700 a. de J.C. bajo Giges, conocido por los asirios como Gugu. Los judíos dieron a este rey el nombre de Gog y se lo consideraba un símbolo de los poderes del mal que se levantarán al fin de los tiempos. Fue muerto en un ataque sorpresivo de los cimerios. La ciudad se hundió en el olvido después de la conquista persa, pero recuperó algo de su prestigio cuando, por medio de la ayuda de Tiberio, fue reconstruida después de un terremoto en 17 d. de J.C. La iglesia de Sardis reflejaba la historia de la ciudad; en un tiempo tuvo prestigio por sus logros espirituales, pero ahora es taba sin vida (1). Otros dos elementos de la vida de la ciudad son reflejados en la carta. Sardis fue construida en una montaña y tenía una acrópolis que era considerada inexpugnable. “Capturar la acró polis de Sardis” era entre los griegos un proverbio para alcanzar lo imposible. Pero la acrópolis fue conquistada no menos de cinco veces, dos de ellas por falta de vigilancia. El paralelo con la falta de cuidado de la iglesia y su pobre situación es notable (2, 3). Sardis también era un centro de tejedurías y pretendía ser la primera en el negocio de lana teñida, lo que también parece reflejado en los vv. 4, 5.

1 El título es un eco de 1:4 y 16. El Señor resucitado posee los siete Espíritus de Dios; a la luz de las figuras de 1:4 esto parece representar al Espíritu Santo enviado a las siete iglesias. El Espíritu inspira la profecía y vivifica a los muertos; esta iglesia necesitaba escuchar las advertencias proféticas y buscar la vivificación de vida del Espíritu. Como en 2:1 las siete estrellas, las iglesias, están en las manos de Cristo tanto para sostener como para juzgar. No he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Dios (2). ¡Pero no se menciona ninguna! La congregación de Sardis ne cesitaba las cualidades que tenía la iglesia de Tiatira: amor, fe, servicio, perseverancia. Si tenían alguna de ellas, o algo similar, en verdad estaban esforzándose poco para ponerlas en práctica. Nada de lo que ellos comenzaron llegó a ser completado. Por ello, la iglesia es llamada a estar vigilante (cf. Ef. 5:14) y a reforzar las cosas que quedan o sea todo aquello que es de Dios en la iglesia y que no ha muerto; también a acordarse de lo que ha recibido, o sea el evangelio de los apóstoles y su enseñanza sobre la vida cristiana; a guardarlo y arrepentirse (3) o sea el volverse a Dios como en su conversión. De otro modo, dice el Señor, vendrá como ladrón. La parábola del ladrón tiene un claro reflejo aquí (Mat. 24:43, 44; cf. 1 Tes. 5:2–4), como en Apoc. 16:15. Considerando el uso de este lenguaje en las cartas a Efeso y Pérgamo (2:5, 16), sin embargo, es probable que se tenga en vista una venida del Señor para juicio más bien que la posibili dad de que la iglesia padecerá juicio en la venida del Señor en poder y gloria.

4 Hay unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestidos o sea que han resistido la tentación al acomodamiento de sus vidas a las costumbres paganas de sus vecinos. De acuerdo con eso, ellos andarán con el Señor en vestiduras blancas. 5 La misma promesa se dirige al vencedor (cf. 19:7, 8). La santidad siempre es un don del Señor forjado en la vida del redimido. Nótese, además, que el vestirse de blanco se asocia con los festejos (como en 19:7, 8; cf. también Ecl. 9:8) y la victoria. Hay un complejo de ideas relacionado con este cua dro. En cuanto al concepto de ser borrado del libro de la vida, ver Exo. 32:32, donde la idea es de un registro de ciudadanos. En Dan. 12:1, Luc. 10:20; Fil. 4:3 y en este pasaje simboliza un registro de los ciudadanos del reino de Dios. El recono cimiento del Señor del vencedor es un eco de Mat. 10:32: “Yo también le confesaré delante de mi Padre.”


3:7-13 La carta a la iglesia en Filadelfia

Como su vecina Sardis, Filadelfia sufrió por un terremoto y, si bien no fue tan afectada como aquella en el catastrófico sismo del año 17 d. de J.C., los experimentó con más frecuencia. Sobre este aspecto de la ciudad, Estrabón escribió: “Las paredes nunca dejaban de quebrarse y las diferentes partes de la ciudad están siempre sufriendo daño. Por eso, la ciudad ahora tiene pocos habitantes, pero la mayoría vive como campesinos en los alrededores, ya que allí tienen tierra fértil.” La inseguridad de la vida en Filadelfia se contrasta en el v. 12 con la promesa de un lugar permanente en la ciudad de Dios, y quienes vivan en ella no necesitarán buscar un lugar seguro fuera de las murallas. Toda la carta está dominada por la perspectiva segura y cierta de la vida en el reino de Dios.

7 El Señor resucitado es Santo y Verdadero, como el Padre (6:10), y así se le puede confiar para guardar su palabra. El tiene la llave de David. En 1:18, como el resucitado, Jesús tiene “las llaves de la muerte y del Hades”, y así puede abrir las puertas de la muerte que conducen a la vida eterna; aquí la expresión recuerda Isa. 22:22 donde la autoridad sobre la casa de David significa y se refiere a la autoridad indisputable del Mesías sobre la entrada al reino de Dios o la exclusión de él.

8, 9 El símbolo de la puerta abierta a menudo se interpreta a la luz del uso paulino en 1 Cor. 16:9 y 2 Cor. 2:12, o sea la apertura de una posibilidad evangelística. Sin embargo, en este contexto se refiere a la puerta del reino de Dios. Como en Esmirna, los judíos de esta ciudad son llamados sinagoga de Satanás; no sólo se habrían opuesto a los cristianos, sino que habrían afirmado que éstos no tenían lugar en el reino de Dios, puesto que sólo era para los judíos. Por lo contrario, el Señor del reino ya ha abierto la puerta a sus seguidores y, en el día de su revelación, hará que estos judíos apóstatas hagan lo que ellos esperaban que los gentiles hicieran por ellos: caerán delante de los cristianos que despreciaban y reconocerán que son los amados del Mesías (ver Isa. 60:14).

10 La hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado no indica el tiempo del reloj cuando los juicios mesiánicos se hagan sobre la tierra, sino los juicios mismos. Un uso comparable de hora se ve en la oración de Jesús en Getsemaní, donde representa los horrores de la crucifixión y todo lo que eso significaba para él (Mar. 14:35; Juan 12:27). La tribulación ha de probar a todo el mundo habitado. En el Apoc. esta frase se usa habitualmente para los incrédulos del mundo (ver 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:8). La preservación de la iglesia de los efectos de estos juicios se presenta en varias figuras de los juicios de Dios a lo largo del libro (ver 7:1–8; 11:1; 12:6) y tiene un estrecho paralelo en Juan 17:15.

11 Ahora se introduce una nota de urgencia que vuelve a aparecer en 22:7; 12:20.

12 El conquistador ha de ser una columna en el templo de mi Dios. En 21:22 queda claro que no hay otro templo fuera de Dios y el Cordero en la ciudad de Dios. La promesa que se da aquí es de una seguridad de la unidad inseparable con Dios en su reino venidero. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios continúa la metáfora de la columna, ya que la inscripción se menciona como estando sobre aquélla y no en la frente del vencedor. En 1 Mac. 14:25–27 se cuenta cómo los hechos de Simón Macabeo se escribieron en tabletas de bronce, que se ubicaron “en un lugar destacado en el precinto del santuario”, asegurando así un registro permanente de la grandeza de Simón. Sin embargo, la gloria del vencedor no está en sus hechos sino en que lleva el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios y el nombre nuevo de Cristo, o sea en el hecho de que pertenece a Dios y al Hijo de Dios en su gloria y es un ciudadano de la nueva Jerusalén, el reino eterno de Dios (21:2).


3:14-22 La carta a la iglesia en Laodicea

Laodicea estaba situada a orillas del río Licio. Su ubicación en la conjunción de tres caminos imperiales que atravesaban el Asia Menor favorecía su desarrollo como centro comercial y administrativo de gran riqueza. Tres hechos sobre esa ciudad, conocidos por todo el mundo romano arrojan luz sobre esta carta: era un centro bancario, recomendado aun por Cicerón para el cambio de moneda; su ropa fabricada y sus alfombras de lana, hechas especialmente de la esponjosa lana negra de ovejas criadas localmente; y su escuela de medicina y productos medicinales, en especial un tratamiento ocular hecho con el polvo de una roca que se encontraba en la zona. La directa caracterización de la vida espiritual de la iglesia (17) y el llamado a su arrepentimiento (18) se combinan con esos tres aspectos de las actividades de la ciudad.

14 Como El Amén Jesús es la encarnación de la fidelidad y veracidad de Dios (ver Isa. 65:16). El uso cristiano de “Amén” agrega el pensamiento de que él también es quien garantiza y ejecuta los propósitos de Dios. Esa designación es un vívido contraste con la infidelidad de los laodicenses. El título el origen de la creación de Dios tiene la idea de “la fuente primordial de toda la creación de Dios”. Es como el “Alfa” en el título “el Alfa y la Omega” (1:8), y quizá aquí intenta enfatizar la autoridad del Señor y su poder para llevar a cabo el propósito del que él es garantía y fiel testigo.

15, 16 Los términos frío, caliente y tibio quizá se relacionan con las aguas que había alrededor de Laodicea. La cercana Hierápolis era famosa por sus fuentes cálidas; Colosas, también muy cerca, se conoce por un torrente de excelente agua potable fría y clara. Sin embargo, como el río Licio se secaba en verano, Laodicea tenía que usar un largo viaducto para tener agua, que no sólo era turbia sino también impura y a veces nociva, que hacía enfermar a la gente. La iglesia de esa ciudad tenía ese efecto en Cristo, lo que era un vívido y horrible cuadro de juicio. (No se debe tomar el v. 16 como si dijera que el Señor prefiere a un ateo o un fanático que a un cristiano tibio. El tema está en la posesión de una genuina vida en Cristo por parte de aquellos que declaran ser cristianos y no la forma en que la practican.)

17, 18 En una sola cláusula con frases contrastantes (Tú dices … yo te aconsejo), se deja ver la ironía de la situación laodicense. A pesar de su riqueza es desgraciado y miserable; a pesar de sus médicos y medicamentos para los ojos es ciego, y a pesar de su abundancia de ropas está desnudo. Por lo tanto, el Señor los llama a comprar de él lo que les falta (cf. 1 Cor. 2:6–16; 2 Cor. 4:1–6).

19 La nauseabunda condición de los laodicenses no ha apagado el amor de Cristo por ellos; sus acusaciones mordaces son la expresión de un afecto que quiere llevarlos al arrepentimiento (cf. Heb. 12:4–11). La bondadosa invitación que sigue en el v. 20 se da no a toda la iglesia, como si Cristo estuviera fuera de ella (lo que requeriría que dijera: “Si la iglesia oyera mi voz … iré y comeré con ellos y ellos conmigo”), sino a cada individuo dentro de ella, que transmite la oferta del Señor resucitado de compatir con cualquiera que abra la puerta de la comunión, aun en las actividades más comunes de la vida.

21 Así como se ofrece un alto privilegio a estos cristianos indignos, tenemos una promesa mayor que todas las presentadas antes: así tal como los creyentes invitan a Cristo a morar con ellos en esta vida transitoria, el Señor invitará a cualquiera que persevere hasta el fin a compartir en las edades futuras el trono que el Padre le ha dado. El cumplimiento de la promesa es descripto en 20:4–6, el gobierno “milenario” en la historia, y en 22:5, el reino eterno en la nueva creación.