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Introducción

Naturaleza del Libro

El estudio del Apoc. ha sido dominado a menudo por cuatro formas tradicionales de enfocarlo. El método llamado “pretérito” relaciona al libro exclusivamente con las circunstancias de la época del autor y descarta su aplicación a hechos posteriores de la historia. El concepto “futurista”, al contrario, relaciona al libro sólo con la última generación de la historia, cuando sus profecías serán cumplidas. La interpetación histórica ve al Apoc. como un bosquejo de las edades entre la encarnación de Cristo y su venida final. El criterio “simbólico” o “poético” enfatiza el elemento pictórico del libro y se abstiene de hacer aplicaciones específicas de las profecías a una era determinada; considera que el libro está revelando los principios generales de la acción de Dios en la historia.
Estos modos de interpretación del Apoc. resultan ser todos insatisfactorios. Nadie podría pensar en aplicarlos a las obras proféticas del AT. Debido a que este libro ha sido interpetado aisladamente del resto de los libros bíblicos y de otras obras de tipo literario similar fuera de la Biblia, es que ha sido posible tratarlo de esa forma. La misma introducción al libro indica que pertenece a tres tipos de obras literarias, o sea lo apocalíptico, lo profético y lo epistolar (ver los artículos generales correspondientes en este comentario).

1. Lo apocalíptico. La primera palabra del libro es “revelación” (en gr. apocalupsis). El título del libro en español es una transliteración del gr. Para los lectores actuales tiene un significado especial e inclusive notas inquietantes. En los tiempos del autor, simplemente significaba la remoción de una cubierta de algo escondido, o sea el descubrimiento de algo oculto, como cuando es descubierto un cua dro ( o aun cuando se corre la cortina para dejar ver un escenario sobre el cual se presentará un drama). El término ha llegado virtualmente a ser técnico para cierto tipo de escritos, especialmente judíos, que aparecieron durante los dos siglos antes del nacimiento de Cristo y continuó a lo largo del primer siglo cristiano. Su principal preocupación era la revelación del propósito de Dios en la historia, especialmente en traer juicio sobre los malvados de la tierra y su reino sobre los justos. Hay poca duda de que el modelo para estas obras fue el libro de Daniel. Su estilo fue imitado en ellos y gene ralmente se redactaban en nombre de algún santo famoso (p. ej. los tres libros adjudicados a Enoc: Apocalipsis de Abraham, la Asunción de Moisés, Apocalipsis de Elías, o el de Esdras, etc.).

Estos libros usaban libremente símbolos para presentar su mensaje, aunque ninguno de ellos lo hizo con la amplitud del Apoc. de Juan. Algunos de esos símbolos llegaron a ser aceptados normalmente, como el monstruo del mar que indica la opresión de los poderes políticos, y que aparece con varias formas en Dan. 7, en Apoc. 11:7 y en los caps. 13 y 17. El paralelo moderno más cercano a estas figuras y su uso es la representación de naciones y sus líderes en caricaturas políticas. Un nuevo hecho característico de los apocalipsis es su frecuente uso de profecías anteriores, tanto del AT como de obras posteriores. Esto no se debía a la falta de originalidad, sino a la convicción de que la Palabra de Dios aún no estaba completamente cumplida, por lo cual los autores apocalípticos combinaron oráculos de profecías previas, las adaptaron y las aplicaron a situaciones de sus propios tiempos. Esto lo hacía Juan frecuentemente, tanto en nuevos usos de las profecías del AT y su aplicación en una forma totalmente nueva de las profecías de sus contemporáneos (ver p. ej. caps. 7, 11, 12).

2. Lo profético. La segunda expresión del Apoc. expone una bendición para aquel que lee y para los que escuchan y cumplen “las palabras de esta profecía”. Por lo tanto, Juan se incluye con los profetas del AT y también del nuevo pacto (cf. Ef. 2:20). Generalmente se reconoce que los primeros se dirigieron a sus contemporáneos en relación con su propia situación, o sea que daban la palabra de Dios para su tiempo. El carácter único de su ministerio yacía en la forma en que ubicaban a su pueblo en el contexto de los tratos de Dios con ellos en el pasado y a la luz del propósito de Dios para ellos en el futuro. La profecía en el NT se puede des cribir como las palabras de predicadores guiados por el Espíritu en favor del mundo, y la iglesia por medio de la cual Dios reveló su propósito para el mundo y su voluntad para la humanidad. Eso sería una descripción adecuada del Apoc. Comunica la seguridad de que la oposición de los humanos y de todos los poderes del mal no pueden frustrar el propósito de Dios para el mundo que él ha hecho y, a la luz de esto, sale el llamado a la perseverancia en la fe y la obediencia al Señor de parte de su pueblo.

3. Lo epistolar. El párrafo introductorio de Juan es seguido por un típico saludo como el que se encuentra en las cartas del NT: “Juan a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a vosotros y paz … ” Es extraño que en general no se ha reconocido que el Apoc. es fundamentalmente una “carta” dirigida a las iglesias por las que Juan estaba preocupado y por las que tenía una responsabilidad especial. Las implicaciones de esto son claras: el libro realmente estaba dirigido a la situación y necesidades de las iglesias mencionadas en el saludo como, p. ej. la carta de Pablo a Colosas (que estaba en las proxi midades de las siete iglesias del Apoc.) o la carta a las iglesias de Galacia (que no estaban muy lejos al oriente de ellas). Todos los cristianos concuerdan en que las cartas a los Col., los Gál. o a los Rom. llevan la palabra de Dios al pueblo cristiano en todas las edades siguientes, pero que el mensaje de esas cartas nos llega más eficazmente cuando captamos que estaban escritas teniendo en mente a las iglesias a las que estaban dirigidas originalmente. Eso tiene aplicación al Apoc. de Juan del mismo modo que para el resto de las cartas del NT. Sólo cuando relacionamos su descubrimiento pictórico de la palabra de Dios a la situación de las siete iglesias del Asia Menor es que podemos entender la revelación para las iglesias de todas las generaciones, incluyendo la que será última en la historia.