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Capítulo 01.

1:1-8 Prologo

Así como el prólogo del Evangelio de Juan es como un especie de apertura del libro, anunciando sus temas principales y colocando al lector en posición para comprender la historia de Jesús, así el pró logo del Apoc. sirve para un propósito similar. También declara sus principales temas y aporta un ventajoso punto desde el cual el lector puede entender correctamente la visión que sigue.
Una revelación puede referirse a un acto de descubrir o a un objeto descubierto, de modo que aquí la revelación de Jesucristo puede indicar el proceso por el cual el Señor revela los elementos de la historia o la verdad que ha sido revelada. Lo último ocupará el primer plano de atención sin excluir lo primero. La revelación ha sido dada a Jesús por Dios, así como en el Evangelio el Hijo sólo habla lo que el Padre le ha dado (Juan 3:34; 8:26). La mediación de un ángel está en línea con las visiones de profetas y autores apocalípticos (cf. Eze. 8; Dan. 10). El anuncio de Cristo, Dios y un ángel como fuente de la revelación adjudica una extraordinaria autoridad a la enseñanza del libro. El pensamiento recibe más énfasis en el v. 2. Apoc. es el testimonio de Juan de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, o sea el mensaje de (desde) Dios y el testimonio de (BJ, “de parte de”) Jesucristo.
La bendición del v. 3 es la primera de las siete que aparecen en el libro (ver 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14). Declara la bienaventuranza de aquel que lee Apoc. a una congregación y de aquellos que lo oyen y que toman en serio su mensaje. (El término heb. que subyace en bienaventurado tiene el sentido de “¡Qué felicidad la del … !”)

Apoc. se dirige a las siete iglesias que están en Asia (4). La naturaleza epistolar del libro es subrayada por la bendición invocada sobre las iglesias (4, 5). Pide gracia y paz; la primera era la bendición característica de la nueva era y la última la del antiguo pacto; ambas juntas comprenden la salvación del reino de Dios. La bendición es trinitaria, aunque como gran parte del Apoc. tiene un fondo complejo. El primer elemento refleja el nombre de Dios revelado a Moisés (Exo. 3:14), pero tal como era interpretado por los judíos contemporáneos. El Tárgum de Jerusalén sobre Deut. 32:29 amplía el “Yo soy el que soy” como “yo soy el que es, el que era y el que será”, estableciendo así que Dios es el Señor de las edades. Nuestro texto lo modifica en forma significativa: Dios no es sólo Señor de las eda des, sino que su naturaleza incluye el hecho de que él ha de venir a cumplir sus propósitos. Esto lo cumple y lo cumplirá a través de Jesucristo (la indirecta de la venida del Señor al fin de la era es inequívoca). En este contexto, los siete Espíritus que están delante de su trono deben ser una indicación del Espíritu Santo; aquí hay una reminiscencia de Zac. 4:6, 10 (cf. Apoc. 5:6) y del Espíritu Santo como Espíritu de las siete iglesias y por ende de toda la iglesia en su conjunto (cf. Apoc. 2:7, etc.). La descripción de Jesús en el v. 5 es especialmente relevante para los creyentes a quienes estaba dirigido el libro originalmente. Jesús era el testigo supremo para Dios, y murió a causa de tal testimonio (cf. Mar 14:62, 63; 1 Tim. 6:13 y nótese que el término gr. para testigo ha dado lugar en español al de “mártir”); el primogénito de entre los muertos indica que por su resurrección Jesús asumió el primer lugar en el reino de Dios (primogénito=heredero) y lo abrió para toda la humanidad; soberano de los reyes de la tierra señala su supremacía sobre los gobernantes hostiles de este mundo, cuya oposición no puede impedir la victoria de su reino.

La doxología de los vv. 5, 6 refleja un tema fundamental del Apoc., o sea el concepto de redención como un segundo éxodo. El primer éxodo trajo la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto para que pudiera llegar a ser el pueblo de pacto de Dios en Sinaí y el pueblo libre en la tierra prometida. Su esperanza se resumió en la creencia de que las obras del “primer Redentor” (Moisés) pudieran ser re petidas por “el segundo Redentor” (el Mesías). Dios hizo que esta esperanza surgiera por medio de Jesús en su muerte y resurrección y será completada por medio de su venida futura. El Redentor nos ama —eternamente, pues nos libró de nuestros pecados— de una vez para siempre y nos constituyó en un reino, sacerdotes para Dios o sea reyes y sacerdotes al servicio de Dios, haciendo así que se cumpliera el llamado a Israel en el Sinaí (ver Exo. 19:6 y Apoc. 5:10; 22:5). Jesús adoró, amó, confió y obedeció a Dios su Padre, como deben hacerlo todos los cristianos. Sin embargo, es sorprendente que nunca se habla de Dios como Padre de los cre yentes en el Apocalipsis: la relación paternal se reserva sólo para Jesús, enfatizando de ese modo su relación única con Dios.

El v. 7 ha sido declarado el tema del Apoc. La primera línea de la cláusula hace eco de Dan. 7:13, el resto surge de Zac. 12:10; la misma relación se hace en Mat. 24:30 (pero no en Mar. 14:62). El pasaje de Zacarías habla específicamente del lamento de las “tribus” de Israel (“La tierra lamentará, familia por familia”, 12:12) y de su amargo dolor como el lamento fúnebre por un primogénito, en consecuencia del cual se abre una fuente para remover todo el pecado y la impureza (Zac. 12:10–13:1). El hecho de que todas las tribus de la tierra harán lamentación por él es algo natural, ya que todas están implicadas en la muerte de Cristo a causa del pecado. La cuestión de si el lamento de toda la humanidad por su pecado contra Cristo significa un arrepentimiento aceptable a Dios o un remordimiento que llega demasiado tarde, es algo incierto. 15:3, 4 sugiere que es posible la primera interpretación.

La declaración de que Dios es el Alfa y la Omega (8) es una forma pictórica de afirmar que Dios es el Señor soberano de todas las edades. Alfa es la primera letra del alfabeto gr. y Omega es la última, o sea las equivalentes de nuestra A y Z, como si dijera “Yo soy la A y la Z”. Los judíos acostumbraban usar una forma de hablar equivalente en su propio idioma. Por ejemplo, los rabinos decían que Adán transgredió la ley “de la A a la Z”, mientras que Abraham la observó “desde la A hasta la Z”. Eso sugiere que Yo soy el Alfa y la Omega significa: “Yo soy el comienzo y el fin de la historia y el Señor de todo lo que hay en medio.” Esto se implica de la “traducción” de la línea siguiente: el Señor Dios … el Todopoderoso mantiene su control sobre el mundo desde el comienzo hasta el fin de los tiempos, aun cuando los poderes de este mundo re sistan su voluntad, y ha decidido venir para completar su buen propósito al respecto. (Nótese que el símil de la A y la Z se aplica a Jesús en 22:13).

1:9-20 Llamado de Juan a Profetizar

La visión trae a la mente las experiencias de los profetas del AT cuando recibieron su llamamiento a profetizar. Sin embargo, es dudoso que esto signifique el comienzo del ministerio profético de Juan; había sido confinado a Patmos porque predicaba la palabra de Dios y el testimonio de Jesús. Más bien, aquella visión era la oportunidad de recibir y escribir el Apocalipsis. La descripción que hace de sí mismo es la de vuestro hermano y copartícipe en la tribulación y en el reino y en la perseveracia en Jesús (9) lo cual es significativo; esa fue la suerte común de la mayoría de los cristianos del primer siglo d. de J.C. (cf. Juan 16:33), y Juan previó la intensificación del sufrimiento y la perseverancia necesaria a continuación (cf. caps. 11–13). La tribulación y el reino son partes del patrón mesiánico (Luc. 24:26); por lo tanto, estar en Jesús es experimentar desde ya ambos, con una visión de compartir la gloria del reino en el futuro.

Juan estaba en el Espíritu en el día del Señor (10) o sea en estado de éxtasis, no por ser transportado a ver sucesos del “día del Señor”, sino para recibir la visión del “día que pertenece al Señor” (como en la frase “cena del Señor”, 1 Cor. 11:20). La expresión el día del Señor probablemente fue moldeada según el “día del César” (Sebaste) lo que es compa rable. A su vez imita el hecho del egipcio Tolomeo Euergetes, que designó al 25 de cada mes como “día del rey” en honor a la fecha de su coronación. Se piensa que el día del César era observado semanalmente en ciertas áreas. Evidentemente, un cristiano desconocido reclamó el título día del Señor para celebrar el día en que Jesús, el ungido de Dios como Señor del mundo, se levantó de la muerte para compartir el trono de Dios.

La lista de la siete iglesias (11) figura en el orden de su aparición en el camino que llevaba de Efeso al norte a través de Esmirna hasta Pérgamo y luego hacia el sur a través de Tiatira, Sardis, Filadelfia, Laodicea. C. Hemer sugiere que este itinerario había existido desde los días de Pablo y concuerda con Sir William Ramsay en que las siete iglesias habían adquirido “especial importancia como organización y centros de distribución para las iglesias de la zona”. Las ciudades eran centros tanto administrativos como postales. Se ha considerado que en el tiempo en que Juan escribía, esta zona tenía la mayor concentración de cristianos en el mundo. Al dirigirse a estas iglesias Juan no sólo podía alcanzar a otras en el Asia Menor, sino también a las que estaban desparramadas por el mundo.

Las figuras de los siete candeleros de oro (12) recuerda el candelero de siete brazos en el templo de Jerusalén (Exo. 25:31; Zac. 4:2), pero el pueblo único de Dios se representa aquí como siete candeleros en cuyo medio está el Señor resucitado. De ese modo, la iglesia en su conjunto es representada por cada congregación y cada una disfruta de la comunión con el Redentor.

La descripción del Señor resucitado en los vv. 13–16 es un eco del “Anciano de Días” de Dan. 7:9 y del ángel poderoso en Dan. 10:5, 6. La intención es mostrar que el Señor posee la gloria del cielo y comparte la imagen de Dios. La expresión uno semejante al Hijo del Hombre lleva directamente a Dan. 7:13 (más bien que a los Evangelios), donde es alguien a quien se da el reino del mundo, como representativo tanto de Dios como de su pueblo. El hecho de que usara una vestidura que le llegaba hasta los pies podría indicar su carácter sacerdotal (el sumo sacerdote de Israel usaba una túnica de ese tipo; Exo. 28:4); pero como también la usaban personas de alto rango, no conviene insistir al respecto. Que su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca es una reminiscencia delibera da de Dan. 7:9, donde Dios se describe de esa manera. La aplicación a Cristo de los atributos de Dios es un elemento constante en el Apocalipsis. Los ojos … como llama de fuego (Dan. 10:6) penetran las profundidades del corazón y son adecuados para alguien que juzga al mundo. La voz … como el estruendo de muchas aguas, en Eze. 43:2 describe la impresionante voz de Dios. La espada aguda de dos filos que sale de su boca es una nueva alusión al papel del Señor como juez de la humanidad, cuyas palabras tienen un poder irresistible. Es ese Señor el que sostiene en su mano derecha siete estrellas, o sea las iglesias; tiene poder no sólo para juzgar el mal, sino también para sostener a quienes son suyos (cf. v. 20).

La reacción de Juan a la visión del Señor exaltado es similar a la de todos los que tienen tal experiencia (cf. Isa. 6:5; Eze. 1:28; Dan. 7:28). Yo soy el primero y el último, el que vive es de hecho una exposición de Alfa y Omega en el v. 8 (cf. también Isa. 44:6; 48:12), pero se aplica a Cristo a la luz de su muerte y resurrección. El primero y el último se encarnó, murió y fue levantado, y como aquel que vive tiene poder sobre la muerte y la esfera de los muertos y de ese modo ha abierto las puertas del reino eterno para toda la humanidad.

La orden de escribir las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas (19) se considera generalmente que indica la división en Apoc. A base de este entendimiento las cosas que has visto se refiere a la visión ya dada; las que son se refiere a las cartas a las iglesias en los caps. 2 y 3; las que han de ser después de éstas comprende las visiones de los caps. 4–22. Eso es posible, pe ro no se aplica a los caps. 4, 5, que describen hechos presentes, pasados y futuros (como lo hace también el cap. 12). Es mejor ver el v. 19 como una orden de escribir todo el libro, más bien que un análisis del mismo.

La interpretación de las siete estrellas como los ángeles de las siete iglesias ha producido dificultades. Si ángeles se entiende en un sentido lit. se produce la cuestión de por qué Juan recibió la or den de escribir a ángeles. En cualquier caso, las cartas tienen en vista las iglesias mismas y los miembros individuales. ¿Son entonces los “ángeles” los líderes de las iglesias tales como obispos o mensajeros (án gel significa “mensajero” sea celestial o terrenal)? Eso es posible, pero es excepcional en la literatura apocalíptica que los ángeles simbolicen hombres, y además las cartas tienen en vista a las iglesias y no a sus líderes. El criterio más plausible es entender que los ángeles de las iglesias son las iglesias mismas en relación con el Señor exaltado. Aunque viven en la tierra, su existencia está determinada por estar “en Jesús” (9) y por ello son sacerdotes y reyes con él. La naturaleza angélica de la iglesia recuerda a los cristianos que deben cumplir en la tierra su llamado celestial. El propósito de la siete cartas es ayudarles a cumplirlo.